Universal había apostado su prestigio a Epic Universe. El parque fue presentado como la joya de la compañía, la inversión millonaria que debía marcar un antes y un después en la experiencia de los parques temáticos. La atracción Stardust Racers era la gran estrella, pensada para simbolizar la innovación y la adrenalina que Universal quería regalar al mundo.

La tragedia cambió esa narrativa en cuestión de minutos. Un visitante, Kevin Rodríguez Zavala, de 32 años, perdió la vida luego de subir a la atracción. Al principio se pensó que podía tratarse de un infarto, algo inesperado y difícil de prever. Sin embargo, la autopsia confirmó que la causa fueron golpes contundentes. Ese detalle lo cambia todo. No hablamos de una condición médica previa, hablamos de un accidente vinculado directamente a la experiencia de la atracción.

La diferencia es enorme. Porque cuando uno compra una entrada no solo paga por un rato de diversión. Confía en la marca y, de alguna manera, confía también su vida. Ese pacto invisible es lo que sostiene a todo el negocio. La gente acepta sentir miedo en una montaña rusa porque sabe que el miedo es ficción y que en la realidad estará a salvo. Si esa promesa se rompe, la magia desaparece.

De acuerdo con CNN, Zavala fue hallado inconsciente tras subir a una montaña rusa Stardust Racers y murió a causa de “múltiples lesiones de impacto contundente”, informó el médico forense de la zona de Orlando, Joshua Stephany.

Dennis Speigel, director ejecutivo de International Theme Park Services, calificó la conclusión de la autopsia como “bastante impactante” y advirtió que plantea más preguntas que respuestas.

“¿Fue la cabeza o el pecho? ¿Se golpeó durante el recorrido? ¿Estaba correctamente sujeto en su asiento?”, se preguntó Speigel. “La duda es si el accidente se debió a un fallo de la máquina o a un factor personal del visitante.”

La respuesta de Universal fue un comunicado breve y el cierre preventivo de la atracción. Frente a la magnitud de lo ocurrido, eso es pobre. No alcanza para contener el impacto ni para anticipar la crisis reputacional que se le viene encima.

Cuando uno se sube a una montaña rusa en Orlando no solo compra un rato de diversión. Lo que se compra es la certeza de que la seguridad es absoluta. La gente acepta sentir miedo en la ficción porque sabe que en la realidad está protegida. Esa confianza es la base del negocio y es también lo que hoy quedó en duda.

Universal no enfrenta un problema de comunicación. Enfrenta un problema de credibilidad. Y eso no se arregla con un comunicado.

El fallecimiento de una persona en la atracción Stardust Racers no solo expone a Universal. Pone bajo la lupa a toda la industria de los parques temáticos en Florida. Ahora se sabe que los complejos más grandes, como Walt Disney World y el propio Universal, están exentos de inspecciones estatales. A diferencia de ferias y recintos pequeños, son ellos mismos quienes se inspeccionan, con sus propios protocolos. La única obligación es reportar al estado cualquier lesión o muerte.

La tragedia muestra el límite de ese sistema. No se trata de un detalle técnico, se trata de quién controla a los que prometen emociones extremas bajo la garantía de seguridad absoluta. El pacto invisible con los visitantes es claro. La gente acepta la adrenalina porque confía en que alguien vigila que todo esté bajo control. Si ese “alguien” es el mismo que cobra la entrada, la confianza queda herida.

Lo ocurrido en Epic Universe no es solo un golpe a Universal. Es una advertencia sobre lo que significa dejar en manos de la industria el control de su propia seguridad. La pregunta es si alcanza con un comunicado o si llegó la hora de discutir cómo se regula de verdad un negocio que mueve millones, pero que debería tener como primera prioridad proteger vidas.

Volviendo al caso de la persona fallecida en Stardust Racer, que la autopsia catalogue la muerte como un accidente no libera a Universal de su responsabilidad. Lo que está en discusión no es si hubo intención, sino si el parque era realmente seguro. La opinión pública no se queda con tecnicismos forenses. Lo que ve es que un visitante murió por golpes contundentes en una atracción que debía estar bajo control absoluto. Y en esa grieta entre lo que la justicia define como accidente y lo que la gente percibe como falla, se juega ahora la reputación de Universal.


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